Dios, comunidad y naturaleza desde la experiencia rarámuri

Cuando nos vemos amenazados por un mundo en guerras y destrucción, podemos recurrir a la sabiduría de los pueblos originarios que nos ofrecen semillas de esperanza y reconciliación. Comparto en este artículo algunas luces que nos puede dar a occidente la vida religiosa del pueblo rarámuri[1] o tarahumara, en específico desde la experiencia fundamental de construir una comunidad.

Comunidad y salvación se encuentran estrictamente ligadas a partir de la vida religiosa del pueblo rarámuri. Construir una comunidad o pueblo forja al rarámuri como pagótuame, es decir, como bautizado. El pueblo se va creando en cada Yúmari[2], en donde la comunidad rearmoniza su relación con Onorúame –Dios–, con los otros y con la naturaleza. La experiencia fundante de pertenecer a una comunidad es, para el rarámuri, salvación.



[1] El pueblo rarámuri, también conocido como tarahumara, habita en la región montañosa de la Sierra Madre Occidental, al noroeste de México, desde hace aproximadamente mil años.

[2] El rito central de la cultura rarámuri es el Yúmari, también conocido como Rutuburi –baile del búho–. Dicho rito tiene como finalidad alimentar a Dios, retornándole todo lo que nos ha dado para vivir. Es el rito tradicional que hacen los rarámuri para no olvidar a Dios (Cfr.F. Espino B., «Piri ta gite ke we’kawa Panina Betéame [Cómo hacemos para no olvidarnos del Dios]» (29 de julio de 1990).

Enrique Mireles SJ Enrique Mireles SJ

El pueblo rarámuri busca, a través de su vida religiosa, recuperar la armonía originaria de la creación y cooperar con Dios contra el mal que destruye la fraternidad. Cuando hay una ruptura en la relación con Dios, ésta se recupera a través de la fiesta y los ritos. Existen dos grandes ciclos de fiestas: las de invierno, ligadas a la cosecha y a la Navidad; y las de Semana Santa, ligadas a la siembra, y a la muerte y resurrección de Jesús. Existen también fiestas más pequeñas que se celebran a nivel familiar. El rito principal que se realiza en la mayoría de las fiestas es el Yúmari, en el que se ayuda a Dios ofreciendo vida y recibiendo vida de Él, incluyendo a toda la comunidad.

El Reino de Dios se vive incorporando a todos, especialmente a los más frágiles, y se vive compartiendo en comunidad. En la diversidad pluricultural está presente el proyecto del Reino, el cual aspira a la unidad, fraternidad y reconciliación de los pueblos. “La vida subsiste donde hay vínculo, comunión y fraternidad”[1]. Hacer comunidad, hacer pueblo, es construir el Reino de Dios; es “aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad”[2].



[1] Francisco, Carta Encíclica Fratelli Tutti, n. 87.

[2] Ibid., n. 127.

Incensing at a Yumari (in Gavilana)


Ponerse en común y poner en común el mundo es uno de los valores indígenas que pueden ayudar a la supervivencia de nuestra casa común. La misión de los rarámuri en esta tierra es cuidar ese mundo que Dios les ha encargado. Cuidar este mundo es compartir fraternalmente en todo y de esta manera recuperar la armonía originaria, que es el sueño de Dios para la humanidad. Los rarámuri se saben pecadores y al mismo tiempo colaboradores del Reino que está presente entre nosotros.

Dios trabaja cotidianamente en y por la comunidad. La experiencia religiosa no está separada de la vida cotidiana. Experimentamos a Dios cuando estamos en contacto con los demás como comunidad. Cuando se pierde la relacionalidad cotidiana nos alejamos de la experiencia de Dios. La acción cotidiana de Dios se encuentra en el compartir de la comunidad rarámuri en cada fiesta, en cada ofrenda frente a la cruz.

Offering in the Yumari (in Rejogochi)


Además de recibir el bautismo en la Iglesia, la experiencia de comunidad es central para que el rarámuri se reconozca como pagótuame o bautizado. Las fiestas generan una experiencia y una adhesión a Dios y a la comunidad. La experiencia fundamental de lo pagótuame es ser de verdad rarámuri: construir pueblo, trabajar juntos, festejar, cuidar la tierra y la gente, no ser agresivo. La experiencia fundamental de construir un pueblo o comunidad en relación con Dios y con la naturaleza, convierte al rarámuri en pagótuame. Ser rarámuri pagótuame significa creer en Onorúame –Dios– y en su voluntad salvífica haciéndonos pueblo.

La salvación consiste en pertenecer a y pertenecernos en un pueblo o comunidad. En el mundo actual nos enfrentamos a la tentación de querer acceder a la salvación de manera individual. Sin embargo, Dios no quiso salvarnos de manera individual, sino creando un pueblo, creando comunidad[1]. La salvación consiste, por tanto, en ser hijos y vernos como hermanos: en rehacer constantemente a la comunidad, en recuperar en cada fiesta la armonía quebrantada por el pecado cuando no se es comunitario[2].



[1] Cfr.CELAM, Aparecida, n. 164.

[2] Cfr.J. R. Robles O., «Anexo I. Análisis de la parroquia de Norogachi» en Diario de campo (Mayo 1992), 760.

Offering in the Yumari (in Samachiki)

Por Enrique Mireles SJ

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Publicado por SJES ROME - Coordinador de Comunicaciones in SJES-ROME
SJES ROME
El SJES es una institución jesuita que ayuda a la Compañía de Jesús a desarrollar la misión apostólica, a través de su dimensión de promoción de la justicia y la reconciliación con la creación.

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