Reflection

Nuestra relación con el bosque… La sabiduría Africana y el respeto a la casa común

Abstract

La grave enfermedad de mi hermano pequeño y su curación ha servido de introducción a esta reflexión. Una situación triste, incluso dramática, nos ha brindado algunas lecciones sobre la naturaleza de nuestra relación con la creación y con el Creador. La actitud del señor Ubeme, nuestro curandero, no es diferente de la de uno de los mayores amantes de la creación que ha conocido la humanidad: Francisco de Asís. El llamamiento del papa Francisco a la salvaguardia de la casa común pasa por la adopción de una actitud de respeto y de reverencia hacia la creación, cuyo cometido es proteger nuestra vida y la de la humanidad entera. Solo el Creador del cielo y de la tierra es capaz de concedernos esta gracia.

Tenía diez años cuando ocurrió el evento que estoy a punto de relatar. Vivía en ese momento con toda mi familia en una pequeña comunidad multiétnica donde mi papá era a la vez maestro e instructor religioso. Kabwanga – el nombre de la pequeña comunidad – está situada en el centro de la República Democrática del Congo, en lo que entonces era la provincia de Kasaï Occidental. Por lo tanto, estábamos muy lejos de la ciudad.

El contexto en el que esto ocurre es bastante dramático. Uno de mis hermanos menores, Rodrigue Kavula, estaba gravemente enfermo. Varios intentos de curarlo no tuvieron mucho éxito. La tensión iba aumentando y estábamos muy preocupados. Un amigo de la familia estuvo a nuestro lado y observó nuestra confusión. Sugirió a mi padre que probáramos la medicina tradicional africana, en un último intento por salvar su vida y salvar a mi familia. Le pidió que llamara de inmediato a un curandero local tradicional bien considerado y con gran experiencia. Mi padre dudaba. Debemos tener en cuenta que él era un maestro y un instructor religioso. Una doble función que le hace dudar. Eso es comprensible. Pero a la vista de la gravedad del estado de salud de mi hermano, Hubert Matadi, mi padre, decide exponer el caso al curandero, cuyo talento y pericia son reconocidos por todos.

Avisado por adelantado, el señor Ubeme (su nombre significa ¨belleza¨), el curandero, nos estaba esperando. Le pide a mi padre que lo acompañe al pequeño bosque ubicado a poca distancia de su casa. Los seguí. El curandero se detiene de repente cuando encontró el árbol que había estado buscando. Luego nos pide que también nosotros nos detuviéramos. Miró al árbol con insistencia y con una forma de reverencia. Una sonrisa iluminó brevemente su rostro y comenzó a hablar con el árbol.

Esto es, poco más o menos, lo que le dice al árbol:

«Hemos venido a solicitar vuestra ayuda. Uno de nuestros hermanos está enfermo. Él está muriendo. Hemos aprendido de nuestros antepasados que el mal que amenaza con prevalecer puede ser curado gracias a vuestra generosidad. Necesitamos tomar una parte ínfima de usted. No nos la niegue. Confiamos en vuestra generosidad. Vuestro hermano sanará. La alegría y la paz reinarán de nuevo».

El señor Ubeme toca la tierra en señal de respeto. Y luego, con un cuchillo de grandes dimensiones arranca el trozo de corteza que necesita. No sabría decir qué hizo exactamente con esta pieza de corteza o cómo preparó el remedio que inmediatamente le dio a mi hermano menor para que bebiera. Sin embargo, recuerdo las palabras que el usado antes de darle la medicina a mi hermano menor enfermo. Sin embargo, recuerdo las palabras que le dijo antes de darle la medicina a mi hermano menor enfermo. «La creación está llena de medicinas y alimentos para nuestra vida. La medicina que usted está a punto de tomar procede del bosque, nuestro respaldo. Al tomarla, recobrará sus fuerzas. Que nuestro Creador y nuestros antepasados​​contesten nuestras oraciones. Que nos escuchen». Al cabo de unos días de tratamiento, mi hermano pequeño recobra la salud. Y aún vive.

Probablemente no estaría relatando este evento si no hubiera leído cuidadosamente la carta encíclica Laudato Si del Papa Francisco.

Aún me atrevería a decir más: esta historia me sirvió de clave de lectura de la primera encíclica del primer papa jesuita cuyo nombre, Francisco, se refiere no a su hermano de orden Francisco Javier, sino a Francisco de Asís, el autor de la oración Laudato si’ (¡Alabado seas, mi Señor!). El papa escribe que tomó el nombre de Francisco de Asís como guía e inspiración porque él es

«El ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivo con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo» (LS 10).

Volvamos ahora al relato de la curación de mi hermano para tratar de señalar algunos de sus aspectos más significativos.

Primero, las circunstancias tristes de la experiencia. Lo que lleva al curandero a suplicar la generosidad del árbol es la situación de enfermedad expuesta por mi padre. Las circunstancias son que una vida salvar, una alegría recuperar, una paz reconquistar.

Segundo, el sentido de la relación con el árbol. La actitud reverencial del curandero ante el árbol es impresionante. Oír a un ser humano hablarle a un árbol con tal respeto y verlo comportarse con el bosque de forma tan reverencial me habría hecho reír si no me hubiera encontrado en una situación en la que no había lugar alguno para la diversión. Sin pretender establecer un vínculo entre el curador de mi hermano y Francisco de Así, debo admitir que, al releer Laudato si’, comprendo mejor aún la actitud de Francisco de Asís ante al hecho de que toda criatura revela la presencia de Dios. Volveré sobre ello.

Tercero, el concurso de varios elementos de la naturaleza en la salvaguardia de la vida. Me parece que la comprensión de Laudato si…se facilita si se parte de los elementos que acabo de mencionar: las circunstancias de sufrimiento y enfermedad como obertura a las bendiciones de la naturaleza, la reverencia y el respeto como actitudes dignas y justas hacia la creación y, por último, la necesidad de una red de elementos en relación como condición para la salvaguardia de la vida humana.

1. El sufrimiento y la creación: ¿qué relación existe entre ambos?

Una lectura demasiado rápida del Canto de las criaturas de Francisco de Asís que inspiró el título de la encíclica Laudato si’…puede ser engañosa. Leamos algunos versos para entender lo que quiero decir:

Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas,
especialmente en el hermano Sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana Luna y las estrellas,
en el cielo las formaste
claras y preciosas y bellas.

Una lectura demasiado rápida de estos versos, decía, podría fácilmente hacer pensar que su autor los escribió en un estado de gran alegría. ¡Sin embargo, es todo lo contrario! Quien glorifica, enaltece y alaba al Creador es una criatura arruinada por la enfermedad. El contexto en el que se encuentra – en 1225– se caracteriza por calamidades y epidemias de toda clase. No olvidemos que la teología dominante en el momento en que Francisco alaba al Creador por su creación desconfiaba «del mundo de aquí abajo, tenido por corruptible», y que «las calamidades y epidemias contribuían también a engendrar miedo a la naturaleza»[1]. Francisco conoce y practica esta teología, pero, como escribe de nuevo François Cheng, el poverello de Asís «vuela más lejos o más alto. Es impulsado por el deseo de ensalzar la grandeza de la creación, alabando todos los dones concedidos que permiten a la vida perdurar, renovarse y transformarse».

El sufrimiento deviene así el camino hacia la adoración y la alabanza. Un camino arduo, sin duda, pero difícil de evitar para quien quiera encontrase con el Creador cara a cara. La experiencia de Job puede ayudarme a comprender. Para hacer entrar en razón a Job, para ayudarle a reencontrar, como dice una vez más François Cheng, la medida exacta de su capacidad humana, Dios lo confronta con la creación. A este Job sufriente que se inquieta y que se propone -¡qué descaro y qué valor!– demandar a Dios, Yahvé se le presenta como el Creador. Escuchemos mejor e intentemos comprender que solo la sabiduría creadora es capaz de confundir al hombre autosuficiente y pagado de sí mismo:

¿Quién es ése que denigra mis designios con palabras sin sentido? Si eres hombre, cíñete los lomos: voy a interrogarte y tú responderás. ¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra? Dímelo, si es que sabes tanto. ¿Quién señaló sus dimensiones?, si lo sabes(Job 38,2-5). ¿Has mandado en tu vida a la mañana o has señalado su puesto a la aurora para que agarre la tierra por los bordes y sacuda de ella a los malvados?(vv. 12-13).

Desde el capítulo 38 al 41, Dios muestra a Job las maravillas de la creación y le obliga a terminar ofreciendo una respuesta colmada de sensatez: «Reconozco que lo puedes todo y ningún plan es irrealizable para ti… Por rumores, había oído hablar de ti, ahora te han visto mis ojos»(Job 42, 2,5).

Volvamos a Francisco de Asís. Nos parece que su sincera alabanza de la creación y su reconocimiento del amor y la bondad del Creador a través de la creación le devuelven –a él, enfermo, sufriente, exhausto, pequeño– las fuerzas y renueva su esperanza. Según san Ignacio de Loyola, «el hombre es criado paraalabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es criado» (ES, 23). Con ello nos hace tomar conciencia de que, si no integramos la dimensión del sufrimiento en nuestra peregrinación terrestre, nos resultará difícil comprender la belleza y profundidad de Laudato si’. Francisco de Así alaba la creación divina porque ha cobrado vivamente conciencia de que

…lo que ve le dice que, a pesar de todo, es merecedor de elogios. ¿Qué otra cosa sino la creación misma, con el esplendor del cielo estrellado y la magnificencia de la tierra fecunda, esta creación que un día, a partir de nada, hizo surgir el todo? Alabando, ve desplegarse todo el proceso de advenimiento, una donación total a la que hay razones más que suficientes para mostrar reconocimiento. Reconoce el hecho de que el Ser milagrosamente sea y que, gracias a este hecho primero, también de manera del todo milagrosa, él mismo, el pequeño, es. Alabando, se sumerge en cuerpo y alma en lo infinito, en lo Abierto. Se sabe partícipe de una inmensa aventura en curso, la de la vida, con todo lo que esta comporta de desafíos y pasiones, de dolores y alegrías, de carrera hacia el abismo y de elevación hacia la trascendencia[2].

Nuestra reflexión ha partido de la experiencia de la enfermedad de mi hermano. Una circunstancia dramática que encontró un desenlace positivo gracias a un curandero que trataba a la creación con creación. Esto nos permite comprender que se puede contar con la creación para hacer perdurar la Vida y, sobre todo, para celebrarla. Es esta relación con la creación lo que quiero abordar ahora brevemente.

2. La reverencia y el respeto como actitudes dignas y justas hacia la creación

La actitud de reverencia y de absoluto respeto del señor Óveme, el curador de mi hermano pequeño, no deja de impresionarme. Las palabras son lamentablemente incapaces de expresar con la fuerza necesaria esta actitud que revela su misteriosa relación con el árbol. La lectura y meditación del Cántico de las criaturas de Francisco de Asís ayuda a comprender mejor la misteriosa relación del ser humano con la creación. El Sol se convierte en hermano, porque nos dona el día, y la luz simboliza al Altísimo; la Luna se convierte en hermana, porque ella, junto con las estrellas, nos concede la claridad, la belleza… Es sabido hasta qué punto la luz y la belleza son capaces de sanar y fortalecer la vida. La salvaguardia de la casa común depende de nuestra actitud hacia los elementos de esta casa común. Si respetamos la creación, respetaremos también al hombre a quien el Creador se la ha confiado.

3. Mística ecológica: el concurso de varios elementos de la creación como condición para la salvaguardia de la casa común

La enfermedad de mi hermano exigió a nuestra familia adoptar un enfoque nuevo. Fue necesario una serie de diferentes intervenciones para que se realizara nuestro deseo de que mi hermano pequeño recobrara la salud. Estábamos rodeados de amigos, uno de los cuales le sugirió a mi padre que recurriera a un curandero tradicional. Y este acudió a un árbol del bosque, con el que entró en relación. Habló con el árbol evocando a los antepasados o, mejor, al creador tanto del árbol como de los antepasados. Merced a este concurso de elementos, nuestra familia recobró la paz y la alegría.

Esta experiencia, a la par triste y gozosa, me ha hecho cobrar conciencia de diversos desafíos que África debe afrontar. Ese es el tema del punto siguiente.

4. Los desafíos de la Compañía en África

a. Salvar la sabiduría tradicional (indígena)

Uno de los objetivos generales delCentro de Investigación y Comunicación en Desarrollo Sostenible (CERED), del que soy director, es reunir, codificar y validar o invalidar los saberes ancestrales africanos.

Mis contactos con el medio campesino me han mostrado no solamente la riqueza de la sabiduría ancestral, sino también el riesgo de perderla. Existe un conocimiento rico e incuestionable que los que vinieron antes que nosotros se han desarrollado a lo largo de los siglos. Este conocimiento se ha transmitido principalmente de forma oral a través de generaciones (mitos y cuentos).

Amadou Hampâté Bân, un famoso escritor africano, afirma: «En África, cada anciano que muere es una biblioteca que se quema». La generación de los viejos sabios africanos está al borde de la desaparición. Es cada vez más urgente comenzar a investigar la sabiduría africana y compartirla, a través de la escritura, con el mundo y las generaciones futuras. Los ámbitos que podrían constituir el objeto de tal investigación científica son: las plantas medicinales, el arte, las iniciaciones tradicionales y su pedagogía de aprendizaje, etc.

b. La educación y formación de los jóvenes en la época de las redes sociales

Otro desafío es la educación y formación de jóvenes en la época de las redes sociales y la globalización. Si bien son una herramienta esencial para la comunicación y las relaciones interpersonales, las redes sociales desafían nuestras formas de educar y capacitar a los jóvenes religiosos y cualquier otra persona joven en un sentido de responsabilidad, discreción, paciencia y trabajo reflexivo. También desafían a los adultos que pueden sentirse abrumados por su omnipresencia. Todo parece estar sucediendo instantáneamente. Se le da poco tiempo e importancia al pensamiento. Los eventos ocurren a tal ritmo y se comparten tan rápidamente que necesitamos nuevas herramientas para el análisis en este contexto dinámico.

c. El desafío de educar para el testimonio

Los jóvenes ya no necesitan discursos. A veces desafían a sus tutores y maestros. Quieren seguir a aquellos que actúan en lugar de aquellos que hacen las reglas y que a menudo están bastante alejados de su realidad cotidiana.

d. El desafío ecológico

La República Democrática del Congo, mi país, es uno de los pulmones de la biodiversidad de los que habla el papa Francisco en su encíclica Laudato si’. Esta encíclica nos interpela. ¿Cómo evitar el derroche de recursos como el agua o la electricidad? ¿Cómo utilizar las energías renovables en un contexto de pobreza? ¿Cómo educamos a las personas, de una manera práctica, para preservar nuestra 'casa común' en un contexto de injusticia, donde quienes deciden cuál será el futuro del mundo, son las mismas personas que destruyen, por razones a menudo egoístas, esta misma casa común? ¿Cómo hacer comprender a quienes se consideran víctimas que también ellos tienen, a su nivel, una parte de responsabilidad en la destrucción de la casa común y que deben contribuir a su salvaguardia?

Estos cuatro desafíos están entrelazados. Distinguirlos no significa separarlos. Es importante encontrar un hilo conductor que ponga de manifiesto su unidad intrínseca.

Conclusión

La grave enfermedad de mi hermano pequeño y su curación ha servido de introducción a esta reflexión. Una situación triste, incluso dramática, nos ha brindado algunas lecciones sobre la naturaleza de nuestra relación con la creación y con el Creador. La actitud del señor Ubeme, nuestro curandero, no es diferente de la de uno de los mayores amantes de la creación que ha conocido la humanidad: Francisco de Asís. El llamamiento del papa Francisco a la salvaguardia de la casa común pasa por la adopción de una actitud de respeto y de reverencia hacia la creación, cuyo cometido es proteger nuestra vida y la de la humanidad entera. Solo el Creador del cielo y de la tierra es capaz de concedernos esta gracia.

Original francés

Traducción José Lozano



[1] François Cheng, Assise, une rencontre inattendue, Paris, Albin Michel, 2012, p. 30.

[2] François Cheng, Assise, une rencontre inattendue, p. 34.

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Publicado por SJES ROME - Coordinador de Comunicaciones in SJES-ROME
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