Reflection

Residuos: nuestra huella sobre la Creación

Abstract

El impacto humano sobre la creación es enorme, y en balance, abrumadoramente negativo. Como cristianos, en clave de solidaridad, quisiera invitarte a que reduzcamos nuestra presencia para permitir que otras criaturas creadas por Dios reclamen su espacio y para que las generaciones futuras tengan un planeta donde habitar y encontrar su plenitud. Tenemos que ser menos para permitir que todas las demás criaturas sean más. Y ser menos es, necesariamente consumir menos (quienes tenemos diariamente nuestras necesidades básicas satisfechas), es decir extraer menos y desechar menos.

Los residuos generados por el hombre, son una consecuencia inevitable de nuestras actividades cotidianas, pero se ha convertido en una preocupación medioambiental crítica. La magnitud de los residuos que producimos, desde la basura doméstica hasta los desechos industriales, es abrumadora.

Visualiza cada monodosis de kétchup, mantequilla o mermelada, las cápsulas de café, o los vasos y cubiertos desechables, las botellas de agua de plástico... súmalo todo, multiplícalo por millones de personas. Piensa en el papel y el plástico que envolvió tu última compra online, las frutas y verduras envasadas en el supermercado, o las bandejas de poliestireno expandido para la carne.

Los países de la Unión Europea aportan cada año más de 2.100 millones de toneladas de residuos. Esto implica que un ciudadano europeo medio es responsable de unas 5 toneladas de residuos al año, incluidos sus 505 kg de residuos municipales, mientras que sólo se recicla el 38% del total. India, con más de 1.400 millones de habitantes, produce 26.000 toneladas diarias de residuos plásticos, de los que sólo se recicla el 8%. Los residuos sólidos urbanos de Brasil ascienden aproximadamente a 81,8 millones de toneladas, de las que sólo se recicla o compostan el 1,47%.

Ahora, piensa en las frutas y verduras que se desechan porque no cumplen los "estándares de belleza", los productos alimenticios dañados durante el transporte, el yogur olvidado que caducó en la nevera, las sobras de la cena de anoche, el pan sin tocar que dejaste en el restaurante...

En la UE, los residuos alimentarios (desde la fase de cultivo hasta el consumidor final), que ascienden a más de 58 millones de toneladas anuales (131 kg por habitante), representan alrededor del 16% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de su sistema alimentario. Esto se debe al metano liberado cuando los alimentos se descomponen en los vertederos. Estados Unidos desecha casi 60 millones de toneladas de alimentos al año, lo que se calcula que supone casi el 40% de todo el suministro alimentario estadounidense, lo que equivale a 147,4 kg de residuos por persona.

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Abre tu armario. De los 100.000 millones de prendas que se producen cada año (¡una cifra absurda!), 92 millones de toneladas acaban en los vertederos. Los procesos de teñido y acabado, que implican la aplicación de color y otros productos químicos a los tejidos, contribuyen al 3% de las emisiones mundiales de CO2 y a más del 20% de la contaminación mundial del agua. Casi el 10% de los microplásticos (<5 mm) dispersos en los océanos cada año proceden de los textiles, ya que alrededor del 50% de nuestra ropa está hecha ahora de plástico, como nailon, poliéster o acrílico, que desprenden microfilamentos con cada lavado que acaban en nuestros sistemas de alcantarillado y cursos de agua.

Reflexiona sobre las personas que confeccionan tu ropa, sus largas jornadas de trabajo y la ausencia de una compensación justa. Piensa en todo el poliéster, el algodón normal cargado de productos químicos y toda la tinta que contamina nuestros ríos. Recuerda la imagen del desierto de Atacama como vertedero de la fast fashion. Ahora, piénsatelo dos veces antes de comprar otra prenda de ropa o antes de decidir imprimir una nueva camiseta para tu evento, carrera, colegio, congreso, etc., ya que todos sabemos dónde acabará.

Por último, pero no por ello menos importante, están los residuos electrónicos. El aumento del consumo de aparatos electrónicos conlleva dos grandes problemas ecológicos. En primer lugar, aumenta drásticamente la minería y la extracción de los materiales necesarios para su producción, lo que provoca la devastación y contaminación de diversos ecosistemas, el desplazamiento de comunidades, la persecución de los defensores de la tierra y los derechos humanos, así como formas contemporáneas de explotación y esclavitud, incluido el trabajo infantil, y la financiación de conflictos armados. En segundo lugar, los aparatos desechados generan una cantidad considerable de residuos electrónicos: en 2022 se generaron 62 millones de toneladas de residuos electrónicos, lo que supone un aumento del 82% respecto a 2010, y esta tendencia va en aumento. Pero solo el 1% de la demanda de elementos de tierras raras se satisface mediante el reciclaje de residuos electrónicos.

Piensa por un momento cuán viejo es tu teléfono móvil "viejo", tus auriculares, tu ordenador, tu televisor y todos los electrodomésticos de cocina de moda... ¿Puedes plantearte prolongar su vida útil, repararlos o comprar otros reacondicionados?

El impacto humano sobre la creación es enorme, y en balance, abrumadoramente negativo. Como cristianos, en clave de solidaridad, quisiera invitarte a que reduzcamos nuestra presencia para permitir que otras criaturas creadas por Dios reclamen su espacio y para que las generaciones futuras tengan un planeta donde habitar y encontrar su plenitud. Tenemos que ser menos para permitir que todas las demás criaturas sean más. Y ser menos es, necesariamente consumir menos (quienes tenemos diariamente nuestras necesidades básicas satisfechas), es decir extraer menos y desechar menos.

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Publicado por SJES ROME - Coordinador de Comunicaciones in SJES-ROME
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